Una
tarde así, cualquiera
entra
el sol sin pedir permiso.
Busca
su derrotero
hacia
el cuerpo que descansa
avanza
y lo acaricia
lo
envuelve y prepara.
Abre
el hueco de los poros
la
redonda calidez de sus rayos.
Desde
la siesta de reposera
la
piel absorbe su mensaje
se
deja seducir
asume
su memoria de placer.
La
luz juguetea con las flores
con
las hojas
y
con el gato
pasea
entre las cosas
y
no engaña.
Una
tarde de otoño
la
tibieza aplaude
y
los besos del universo
lentamente
reposan
sobre
la piel.
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