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lunes, 11 de mayo de 2020

LA TRISTEZA DEL CIEMPIES- GRACIELA VOLZONE

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Ciempatón, vivía debajo del hueco de una piedra, al lado de la maceta de malvón,
cerca de la columna de la galería y era muy pequeño; yo lo había visto, cuando salía al
patio de mi casa. Allí jugaba a esconderse y caminar entre las macetas cuando nadie lo
observaba. ¡Le encantaba tomar sol!
Siendo de la familia de los ciempiés, nació con dos pares de patas de pato y cola de
ratón. Por eso yo, lo llamaba: Ciempatón.
No sé de dónde había salido. Lo que sí, sé, es que todas las mañanas ,tímidamente,
salía debajo de las macetas, a tomar sol.
Las hormigas negras, que bajaban de la enredadera habían cambiado de camino, para
esquivarlo. Se asustaban al verlo caminar, con esa cola larga, todo torcido, y con sus
patas diferentes.
Yo cuando salía del cole, venia corriendo a visitarlo, quería ser su amigo y lo quería
saludar. Pero él se escondía:
-Bueno, chau, luego vuelvo-le decía- después, lo espiaba y él asomaba su cabecita.
Un día, mientras mi mami preparaba el almuerzo, me senté cerquita y le dije:
-¡No estés triste, Ciempatón! ¡No llores! Te prometo que este verano te voy a conseguir
unos amigos.
Todos los días, yo hacía lo mismo, lo llamaba, le contaba cosas de mi cole, también le
cantaba. ¡Daba mucha pena, verlo tan solo! Todo porque era diferente a los demás.
Un día le conté que me enojé con mi amiga Faustina y la pellizqué porque me había
quitado un muñeco de la casita.
¡Era muy raro verlo caminar! A mí me daba mucha gracia, se movía muy diferente a los
otros ciempiés; de pronto reptaba… y después con esos pares de patas, parecida a la de
los patos, daba como saltitos ¡Me hacía reír!
- Y…la cola… ¡No sabés! Parecía que iba barriendo, zigzagueando.
Las hormigas lo dejaban de lado, y pasaban por otros caminos; los otros ciempiés
vivían detrás de las otras macetas, no lo querían ver, tampoco saludar.
Mi mamá tenía muchas macetas, de ambos lados de la galería, donde había rutas de
hormigas, de las chiquitas, las negritas, y las coloradas. Es que tenían mucho para
cortar y llevar a los hormigueros.

A mí me encantaba, cuando regresaba del cole, ir a mirar los bichitos que había entre
las macetas. Algunos días se juntaban a jugar los bichitos bolita, hormigas, caracolas y
se saludaban. Por allí aparecía algún cascarudo. Todos eran amigos, menos Ciempatón
Un día Ciempatón me contó que pasaron en hilera cerquita de él y le gritaban:
¡”Coludo! ¡Coludo”!...Rapidito, se escondió.
Cómo es amigo, me contaba todo lo que sucedía cuando yo estaba en el cole. Durante
unos días hizo frío, hubo viento y además llovió. No pude salir a jugar a la galería.
¡Qué desastre!. Cuando salí estaba llena de hojas, tierra y piedritas. La lluvia y el
viento habían borrado las rutas de las hormigas. ¡No andaba nadie!
Esa tarde, cuando el tiempo mejoró, mi mamá salió con la escoba.
-Mami, ¡fíjate si está Ciempatón! Y cuidalo, que yo lo quiero mucho.
-No te aflijas Manuel, esta escoba saca las hojas más grandes, nada más.
Fue así, solo saco lo más grande.
La galería seguía con muchas hojitas, piedritas y semillitas. Era tanta la tierra, ,que los
caminos de las hormigas ya no estaban.
-¡Las hormigas guías no podían encontrar sus antiguas rutas, entre la tierra y las
hojitas, sacaban sus celulares buscando en su GPS. Muy afligidas, no sabían por dónde
subir a la enredadera de la bignonia rosada. Buscaban y nada. ¡No encontraban sus
caminos!
¡Algunas iban desorientadas?
-Ciempatón, muéstreles como buscar el camino!- le dije a mi amigo.
Tome al ciempiés, lo puse cerca de las hormigas. Ciempatón con su raro caminar y
movimiento de su cola, comenzó a limpiarles el caminito y las hormigas guías,
coloradas y las negras, con la limpieza de Ciempatón, descubrieron la ruta por donde
podían subir a la enredadera.
Las hormigas agradecieron a Ciempatón. ¡Qué feliz! Se sentía de haberlas ayudado.
Pasaron los días y las rutas de las hormigas se restablecieron siguiendo su destino.
Cada día , cuando yo regresaba de mi cole, lo encontraba más contento a Ciempatón.
Me contaba que los cascarudos y bichos bolitas lo habían empezado a saludar.
Además, las hormigas negras, las coloradas y algunos mosquitos, lo habían invitado a
pasear, al parque de la palmera de frutos amarillos. Y que, también, cuando había
mucho viento ayudaba a barrer y nunca más de le reían.
-Manuel lávate las manos, ¡ ya está listo el almuerzo!

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