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martes, 14 de abril de 2020

CUENTOS POR TELÉFONO- GIANNI RODARI

Juan el distraído
 - Mamá, voy a dar un paseo.
- Bueno, Juan, pero ve con cuidado cuando cruces la calle.
- Está bien, mamá. Adiós mamá.
 - Eres tan distraído...
- Sí, mamá. Adiós, mamá.
 Juanito se marcha muy contento y durante el primer tramo de calle pone mucha atención. De vez en cuando se para y se toca.
 - ¿Estoy entero? Sí - y se ríe solo.
 Está tan contento de su propia atención, que se pone a brincar como un pajarito, pero luego se queda mirando encantado los escaparates, los coches y las nubes, y , lógicamente, comienzan los infortunios. Un señor le regaña amablemente :
 - ¡Pero qué despistado eres! ¿Lo ves? Ya has perdido una mano.
 - ¡ Anda, es cierto! ¡Pero que distraído soy! Se pone a buscarse la mano, pero en cambio se encuentra un bote vacío y piensa : "¿Estará vacío de verdad? Veamos. ¿Y que había dentro antes de que estuviese vacío? No habrá estado vacío siempre, desde el primer día..." Juan se olvida de buscar su mano y luego se olvida también del bote, porque ha visto un perro cojo, y he aquí al intentar alcanzar al perro cojo antes de que doble la esquina, va y pierde un brazo entero. Pero ni siquiera se da cuenta de ello y sigue corriendo. Una buena mujer lo llama:
 - ¡Juan, Juan!, ¡tu brazo! Pero ¡quiá!, ni la oye.
 - ¡Qué le vamos a hacer! - suspira la buena mujer -. Se lo llevaré a su mamá. Y se dirige hacia la casa de la mamá de Juan. - Señora, aquí le traigo el brazo de su hijito. - ¡Oh, que distraído es! Ya no sé qué hacer ni qué decirle.
- Ya se sabe, todos los niños son iguales. Al cabo de un rato llega otra buena mujer.
 - Señora, me he encontrado un pie. ¿No será acaso de su hijo Juan?
- Sí, es el suyo, lo reconozco por el agujero del zapato. ¡Oh que hijo tan distraído tengo! Ya no sé qué hacer ni qué decirle.
- Ya se sabe, todos los niños son iguales. Al cabo de otro rato llega una viejecita, luego el mozo del panadero, luego un tranviario, e incluso una maestra retirada, y todos traen algún pedacito de Juan: una pierna, una oreja, la nariz. - ¿Es posible que haya un muchacho mas distraído que el mío?
 - Ah, señora, todos los niños son iguales.
 Finalmente llega Juan, brincando sobre una pierna, ya sin orejas ni brazos, pero alegre como siempre, alegre como un pajarito, y su mamá menea la cabeza, se lo coloca todo en su sitio y le da un beso.
- ¿Me falta algo, mamá? ¿He estado atento, mamá?
 - Sí, Juan, has estado muy atento.

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