CAPITULO 4 EN EL QUE CUENTO OTRO
DE LOS LÍOS QUE ARMÓ DIMIMUTO
AL COMO HABÍA PROMETIDO, YO ME
ENCARGABA DE CUIDAR A DIMINUTO PARA QUE NO CAUSARA NINGUNA MOLESTIA EN LA CASA:
LO SACABA TRES VECES POR DÍA A PASEAR CON UNA CORREA DE PIOLÍN; LO BAÑABA TODAS
LAS SEMANAS EN UNA TAZA DE PORCELANA QUE ME HABÍA DADO MI MAMÁ PORQUE ESTABA
CASCADA; LE PREPARABA LA COMIDA; LO LLEVABA AL VETERINARIO Y LO REVISABA PARA
VER SI TENÍA PULGAS (EN REALIDAD NO TENÍA, YA QUE NO HABÍA MUCHO LUGAR PARA LAS
PULGAS EN UN PERRO TAN CHIQUITO).
DIMINUTO ERA MUY CARIÑOSO E INTELIGENTE.
HABÍA APRENDIDO A DAR LA «MANO» Y A PARARSE EN DOS PATAS, Y SE DIVERTÍA JUGANDO
CON UN ESCARBADIENTES (ES QUE TODOS LOS PALOS ERAN DEMASIADO GRANDES PARA ÉL).
YO SE LO TIRABA LEJOS Y ÉL LO
TRAÍA CORRIENDO Y MOVIENDO LA COLA. SE HABÍA HECHO AMIGO DE TODOS LOS PERROS
DEL BARRIO, PORQUE LOS PERROS NO SE FIJAN EN CÓMO ES EL OTRO PARA HACERSE
AMIGO, ASÍ QUE A NINGUNO LE IMPORTÓ QUE FUERA CHIQUITO Y, CUANDO ÍBAMOS A LA
PLAZA CON PABLO, MATEO Y PANCHO, NUESTROS PERROS JUGABAN TODOS JUNTOS CORRIENDO
DE UN LADO PARA OTRO HASTA QUEDAR CON LA LENGUA AFUERA.
MIS VECINOS TAMBIÉN QUERÍAN A DIMINUTO.
AUNQUE AL PRINCIPIO LO HABÍAN MIRADO CON CARA RARA, DESPUÉS SE ACOSTUMBRARON Y
LO ACARICIABAN CUANDO ÉL LOS SALUDABA CON UN GUAU MÁS O MENOS FINITO. Y MI
FAMILIA TAMBIÉN ESTABA CONTENTA CON DIMINUTO, QUE, DESDE NUESTRA CONVERSACIÓN
DE HOMBRE A HOMBRE, O DE HOMBRE A PERRO, SE PORTABA COMO UN PERRO EDUCADO.
INCLUSO CAROLINA LE HABÍA TOMADO UN POCO DE SIMPATÍA, AUNQUE YO NO CONFIABA
MUCHO EN ELLA. YO SOSPECHABA QUE LO HACÍA PARA QUEDAR BIEN CON FACUNDO, SU
NOVIO, PORQUE A ÉL TAMBIÉN LE GUSTABAN LOS PERROS Y, ADEMÁS, CAROLINA NO QUERÍA
ANDAR PARECIENDO UNA CASCARRABIAS DELANTE DE ÉL. HASTA HABÍA DEJADO DE ESTORNUDAR
POR TODO. ASÍ QUE YO ERA EL CHICO MÁS FELIZ DEL BARRIO Y CREÍA QUE NUNCA MÁS
IBA A HABER UN PROBLEMA CON DIMINUTO.
SIN EMBARGO ME EQUIVOQUÉ, PORQUE DIMINUTO
SERÁ PERRO, Y PERRO CHIQUITO ADEMÁS, PERO ES TRAVIESO Y TIENE UN DEFECTO: NO LE
GUSTA QUEDARSE SOLO EN LA CASA. COMO DECÍA EN UN ARTÍCULO SOBRE PSICOLOGÍA DE
PERROS QUE HABÍA LEÍDO EN EL TOMO SEIS DE LA ENCICLOPEDIA CANINA, SE ABURRÍA.
YO LO LLEVABA CONMIGO A TODOS LADOS, PERO, POR SUPUESTO, HABÍA LUGARES ADONDE
NO PODÍA IR. UNO DE ELLOS
ERA LA ESCUELA.
TODAS LAS MAÑANAS TENÍAMOS LA
MISMA DISCUSIÓN: DIMINUTO ME MORDISQUEABA LOS CORDONES DE LAS
ZAPATILLAS PARA QUE NO ME FUERA,
Y YO LE EXPLICABA Y LE EXPLICABA (PORQUE EN EL ARTÍCULO DE PSICOLOGÍA DECÍA QUE
A LOS PERROS HABÍA QUE EXPLICARLES LAS COSAS) QUE LOS PERROS NO PUEDEN IR A LA
ESCUELA.
PERO DIMINUTO SE QUEDABA LLORANDO
Y RASCANDO LA VENTANA. UNA MAÑANA, DESPUÉS DE UNA NUEVA DISCUSIÓN EN LA QUE EL
PERRO INSISTÍA EN MORDISQUEARME LOS CORDONES (PORQUE DIMINUTO ES COMO YO,
ESPECIALISTA EN INSISTIR), LO RETÉ:
—BASTA, DIMINUTO, YA TE DIJE QUE
NO—Y FUI AL BAÑO A PEINARME. CUANDO VOLVÍ, DIMINUTO NO ESTABA POR NINGÚN LADO.
LO BUSQUÉ DEBAJO DE LA CAMA, ADENTRO DEL ROPERO, ENTRE LA ROPA TIRADA… NADA.
HABÍA DESAPARECIDO.
COMO SE ME HACÍA TARDE, ME PUSE
EL GUARDAPOLVO Y SALÍ CORRIENDO. ESE DÍA LA MAESTRA TOMABA PRUEBA DE MATEMÁTICA,
Y MIENTRAS YO ESTABA TRATANDO DE RESOLVER UNA CUENTA DE MULTIPLICACIÓN CON
DECIMALES, ESCUCHÉ UN GUAU FINITO QUE SALÍA EXACTAMENTE…
DE MI BOLSILLO DERECHO. METÍ LA
MANO CON DISIMULO Y SENTÍ UN LENGÜETAZO INCONFUNDIBLE.
—¿QUÉ TIENE EN EL BOLSILLO,
ALUMNO? —ME DIJO LA MAESTRA, QUE SE HABÍA PARADO DETRÁS DE MÍ SIN QUE YO ME
DIERA CUENTA.
—NA… DA… —TARTAMUDEÉ, PONIÉNDOME
MÁS PÁLIDO QUE LA HOJA DELA PRUEBA.
—¿NO SE ESTARÁ COPIANDO? —PREGUNTÓ
LA MAESTRA, SEÑALÁNDOME CON EL DEDO ÍNDICE.
—NO…, NO… —CONTESTÉ TEMBLANDO.
—ENTONCES, MUÉSTREME LO QUE TIENE
EN EL BOLSILLO —ORDENÓ ELLA, IMPLACABLE.
—ES QUE…, ESTE…, YO… —BALBUCEABA—.
NO PUEDO…
—SI NO ME LO MUESTRA POR LAS BUENAS,
ME LO VA A MOSTRAR POR LAS MALAS—GRUÑÓ LA MAESTRA, METIENDO SU MANO EN MI
BOLSILLO SIN QUE YO PUDIERA HACER NADA PARA IMPEDIRLO. Y OCURRIÓ LO QUE SE IMAGINAN.
PORQUE DIMINUTO SERÁ PERRO, Y PERRO CHIQUITO ADEMÁS, Y NO SABRÁ DE PSICOLOGÍA,
PERO TIENE CARÁCTER Y NO LE GUSTA QUE ME TRATEN MAL. ASÍ QUE, A LOS POCOS SEGUNDOS
DE HABER METIDO LA MANO EN EL BOLSILLO, MI MAESTRA DIO UN GRITO DE ESOS QUE
PONEN LOS PELOS DE PUNTA, Y SACÓ LA MANO CON DIMINUTO TODAVÍA PRENDIDO DE SU
DEDO ÍNDICE.
NO FUE UNA MORDEDURA TAN GRANDE
NI TAN SERIA COMO PARA HACER EL ESCÁNDALO QUE HIZO LA MAESTRA EN LA DIRECCIÓN, PERO
LA MALA NOTA ME LA PUSIERON IGUAL Y, CUANDO SE LA DI A MI PAPÁ PARA QUE LA FIRMARA,
E INTENTÉ EXPLICARLE LO DEL ARTÍCULO DE PSICOLOGÍA, ME CONTESTÓ SEPARANDO EN
SÍLABAS LAS PALABRAS:
—QUE SE-A LA ÚL-TI-MA VEZ QUE HAY
UN PRO-BLE-MA POR ES-TE PE-RRO.