Cuando los hombres aún dialogaban con los animales y con las plantas,
hete aquí que, en un frío y verde paraje de Europa, vivía una pareja
de ancianos campesinos que cuidaba con esmero su granja.
Los dos eran muy felices; comían lo que les proporcionaba la tierra
y cuidaban de una vaca parda, dos cerditos rosados, tres gatos negros, cuatro
gansos blancos, cinco gallinas rubias y seis ratones grises.
Un día de primavera, antes de que el sol saliera de la cama, el anciano
se levantó y, mientras se desperezaba, olfateó la brisa que se colaba por la
ventana abierta y se dijo: «¡Huele a primavera! ¡Ya es hora de plantar los
vegetales!»
Se vistió, tomó sus aperos y se
dirigió al huerto. Plantó patatas, guisantes y tomates. Acelgas, zanahorias y
judías… Y en una esquina de la huerta, resguardada del viento, plantó una
semilla de nabo que le habían regalado el día anterior en el
mercado. Estaba feliz y contento y mientras golpeaba la tierra con su azada
cantaba:
Nabo, nabito
ahora eres chiquito,
pero pronto crecerás
y grande te harás.
Cada día, el anciano regaba aquel nabo mientras le cantaba la canción y
el nabo, al oírla, crecía y crecía, dulce y fuerte, hasta que se hizo muy
grande.
En realidad, aquel nabo más que grande se hizo ¡enorme!
Pasó la primavera y llegó el verano y el viejecito empezó a cosechar sus
hortalizas. Pero cuando llegó al nabo y quiso arrancarlo, no hubo manera.
Tiró y tiró de él, pero el nabo no se movió ni una pizca y tuvo que
llamar a su esposa.
La vieja se puso detrás del viejo y tiró de él con todas sus fuerzas y
el viejo tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez, pero no pudieron arrancarlo.
Entonces, la vieja, llamó a la vaca parda.
La vaca parda tiró de la vieja con todas sus fuerzas, la vieja tiró del
viejo y el viejo tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez, pero no pudieron arrancarlo.
La vaca parda llamó a los dos cerditos rosados.
Los dos cerditos rosados tiraron de la vaca parda, la vaca parda tiró de
la vieja, la vieja tiró del viejo y el viejo tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez, pero no pudieron arrancarlo.
Al ver que era imposible moverlo, los dos cerditos rosados fueron a
buscar a los tres gatos negros.
Los tres gatos negros tiraron de los dos cerditos rosados, los dos
cerditos rosados tiraron de la vaca parda, la vaca parda tiró de la vieja, la
vieja tiró del viejo y el viejo tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez, pero no pudieron arrancarlo.
Después de un rato, los tres gatos negros corrieron a buscar a los
cuatro gansos blancos.
Los cuatro gansos blancos tiraron de los tres gatos negros, los tres
gatos negros tiraron de los dos cerditos rosados, los dos cerditos rosados
tiraron de la vaca parda, la vaca parda tiró de la vieja, la vieja tiró del
viejo y el viejo tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez, pero no pudieron arrancarlo.
Sudorosos y cansados, los cuatro gansos blancos llamaron a las cinco
gallinas rubias.
Las cinco gallinas rubias tiraron de los cuatro gansos blancos, los
cuatro gansos blancos tiraron de los tres gatos negros, los tres gatos negros
tiraron de los dos cerditos rosados, los dos cerditos rosados tiraron de la
vaca parda, la vaca parda tiró de la vieja, la vieja tiró del viejo y el viejo
tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez, pero no pudieron arrancarlo.
Las cinco gallinas rubias, hasta las plumas de tanto estirar, convocaron
a los seis ratones que vivían en el pajar.
Los seis ratones tiraron de las cinco gallinas rubias, las cinco
gallinas rubias tiraron de los cuatro gansos blancos, los cuatro gansos blancos
tiraron de los tres gatos negros, los tres gatos negros tiraron de los dos
cerditos rosados, los dos cerditos rosados tiraron de la vaca parda, la vaca
parda tiró de la vieja, la vieja tiró del viejo y el viejo tiró del nabo.
Tiraron una y otra vez con todas sus fuerzas y siguieron tirando y
tirando y…
¡Por fin!, entre todos, consiguieron arrancar aquel enorme nabo.
Pero…
¡Pataplof!
De tanto y tanto tirar, el viejo se cayó sobre la vieja, la vieja se
cayó sobre la vaca parda, la vaca parda sobre los dos cerditos rosados, los dos
cerditos rosados sobre los tres gatos negros, los tres gatos negros, sobre los
cuatro gansos blancos, los cuatro gansos blancos sobre las cinco gallinas
rubias, las cinco gallinas rubias, sobre los seis ratones y encima de todos
ellos… ¡Se cayó el nabo!
¡Y qué nabo, señoras y señores! ¡Era enorme! Suerte que nadie se hizo
daño.
Cuando por fin pudieron salir de debajo de aquel formidable nabo,
cocinaron una rica sopa y salió tanta, que hubo suficiente para el viejo, para
la vieja, para la vaca parda, para los dos cerditos rosados, para los tres
gatos negros, para los cuatro gansos blancos, para las cinco gallinas rubias, y
¡hasta los seis ratones grises se hartaron!
Y tantísima sopa de nabo sobró, que mañana nos han invitado a ti y a mí
a cenar con ellos.
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