-¡Soldaditos de plomo! ¡El mejor regalo!
Esas fueron las primeras palabras
que escucharon los 25 soldados apenas se abrió la caja de cartón donde
esperaban apretados y a oscuras desde hacía dos inviernos. Uno por uno,
uniforme azul y rojo, bayoneta al hombro, todos se alistaron en el flamante
ejército. ¡Uy! ¡Al número 25 le faltaba una pierna!
Seguramente, el fabricante, para
ahorrarse un poco de plomo, lo había dejado a medio hacer. Pero el nuevo dueño
no tenía tiempo para desperdiciar en detalles: la guerra ya había comenzado.
Ubicó a su soldadito cuerpo a tierra y le pidió que comandara, desde esa
posición, la batalla final. El soldadito se jugó la vida, porque para eso había
llegado a este mundo.
Y sí, éste había sido el mejor
cumpleaños de todos. Además, esa misma noche, cuando la gente de la casa se
hubo dormido, en la habitación del chico pasó lo que suele ocurrir donde hay
juguetes jóvenes.
La cajita de música se abrió, los
muñecos de peluche organizaron un carnaval, los autitos salieron a la carrera y
el mono músico, con un golpe de platillos, dio por comenzado el baile para
todos.
Para todos, menos para el soldadito
que, apoyado en el marco de la ventana, se puso a recorrer el salón coN ojos
melancólicos. Ya iba a cerrarlos cuando, tras unas largas pestañas, otrOS ojos
le dijeron: "Hola, gusto de verte". Era una bailarina de papel con
coronita de cristal que custodiaba la entrada de su castillo haciendo
equilibrio sobre una sola pierna.
"Es como yo", pensó el
soldadito, quien desde su posición no alcanzaba a ver la otra pierna estirada y
perfecta que apuntaba al cielo. Ella le guiñó un ojo y él pensó: "Mañana
mismo le propongo casamiento".
Entonces, el único duende en el
mundo que no tolera el amor a primera vista le dijo así:
-Pagarás muy caro por esto. Al día
siguiente, una tormenta eléctrica despertó a toda la casa. En el apuro por
cerrar la ventana, el chico dejó caer a la calle al pobre soldadito.
Justo en ese momento pasaban otros
chicos que se divertían pisando charcos y salpicando a la gente.
-¡Un soldado rengo! ¿Para qué puede
servir?
-Si no sirve para marchar, puede
servir para navegar.
Le hicieron un barquito con papel de
diario, lo pusieron en la popa y lo empujaron hasta que se lo tragó la
corriente. Con su bayoneta al hombro, el uniforme azul y rojo y el recuerdo de
unas pestañas negras, el soldadito soportó la marea como un gran capitán.
La que no soportó nada fue su
embarcación, que al llegar a una alcantarilla se convirtió otra vez en papel de
diario común y corriente. El soldadito, sin pestañear, se hundió en las
profundidades de las cañerías de la ciudad, que es el territorio de las ratas.
"Las ratas no comen plomo, pero
cobran peaje para pasar el río", decía un cartel. El soldadito les explicó
que aún no había recibido su primer sueldo, hasta que al fin una rata, que
comprendía su idioma, le hizo firmar un pagaré y lo dejó pasar.
"Qué caverna oscura y con olor
a pescado había sido el famoso río", pensó el soldadito que no se había
dado cuenta de que un salmón se lo acababa de tragar entero. No era tonto el
soldadito, pero a veces se distraía pensando en su bailarina. Por eso tampoco
notó cuando el salmón donde vivía se tragaba un anzuelo.
A propósito, ¿qué había pasado,
mientras tanto, en la casa del chico del cumpleaños? Había pasado un año entero
y otra vez la familia se preparaba para la fiesta. La cocinera partió por la
mitad el salmón recién comprado y dio un grito:
-¡Un soldadito de plomo!
Y esas fueron las primeras palabras
que escuchó el soldadito apenas salió de adentro del salmón. El chico, muy
contento de volver a verlo, lo secó y la puso cerca de la estufa. Qué suerte,
desde allí podía ver perfectamente a l bailarina.
-¿Te quieres casar conmigo? -le
preguntó.
Y justo en ese momento, alguien lo
tomó de su única pierna y, diciendo “Que manía ésta de guardar juguetes rotos”,
lo arrojó a las llamas. El soldado, que esperaba la respuesta más importante de
su vida, al sentir tanto calor, pensó que su novia le había dado el sí. Había
escuchado hablar de gente que se derretía por amor.
En ese momento una corriente de aire
empujó de su castillo a la bailarina que fue a parar también a la chimenea
Cuando llegó el chico del cumpleaños
ya era tarde. El soldadito y su amada ya no estaban. En su lugar había quedado
un corazón de plomo con cristal brillante justo en el centro. Tal vez no era
tarde, los enamorados ahora estaban juntos para siempre.
No importa si es de plomo, No
importa si es de papel. Si el Amor hace la historia el que gana siempre es él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario