Página 12
15 de mayo de 2021
Los
sucesos de Mayo son apropiados para demostrarlo. Según la versión de nuestra
historia oficial se habría tratado de un putsch de criollos de clase alta que
desplazaron del poder a sus pares representantes del rey de España aprovechando
su debilidad por estar prisionero de Napoléon. Belgrano, Moreno, Passo,
Castelli, los Rodríguez Peña, pertenecían a la categoría de “decentes” como se
autodenominaban los de clase privilegiada.
La
historia de los “grandes hombres”, en la que no hay lugar para las mayorías
populares, nos ha tratado de convencer de que el pueblo común, la plebe, no
tomó parte de los hechos de Mayo, de la misma manera que las derechas
reaccionarias se esfuerzan políticamente por mantener a la clase trabajadora
fuera de las decisiones públicas. Sin embargo de no haber sido por la
intervención popular la insurrección independentista no hubiera sido posible.
Dicha
participación plebeya se dio por dos vías: una de ellas fue el activismo de la
‘Legión Infernal’ liderada por Domingo French y Antonio Beruti, también
conocidos como los ‘chisperos’ pues portaban y usaban armas de fuego que en
aquellos tiempos detonaban a chispa. Constituían un temible grupo de choque
integrado en su gran mayoría por pueblo humilde, excluidos de privilegios de
clase, orilleros de extramuros, también afrodescendientes, gauchos y
originarios. Comprometidos con el derrumbe del poder virreinal.
El
otro vector de la participación popular fueron la milicias populares que se
formaron cuando las tropas regulares españolas fracasaron indignamente ante la
primera invasión inglesa. En la seguridad de que habría una segunda intentona,
Liniers organizó fuerzas civiles armadas, siendo la más importante en Buenos
Aires la de ‘Patricios’, cuyo jefe era Cornelio Saavedra. Es decir que las
armas pasaron de los españoles a los criollos, circunstancia que sería decisiva
en la semana de Mayo.
Los
‘infernales’ tuvieron una participación decisiva en los disturbios callejeros
que presionaron al gobierno virreinal para convocar el Cabildo Abierto:
despegaban los bandos oficiales, amenazaban a los partidarios del virrey,
recorrían las calles gritando consignas levantiscas. Acciones silenciadas en la
historia oficial.
Por
ello Cisneros convocó a Saavedra y le ordenó reprimir los disturbios, a lo que
el vendedor de vajilla improvisado jefe militar se negó dignamente: “El que a
V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente usted tampoco
la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en
ella”.
El
Cabildo del 22 de mayo es el momento crucial en que los asistentes votaron la
defenestración del Virrey, luego de un debate protagonizado por Lué, Castelli,
Villota y Paso. Pero para comprender lo allí sucedido cabe señalar que las
invitaciones elegidas y enviadas por los virreinales fueron 450, lo que
garantizaba el triunfo de Cisneros. Pero de ellos sólo concurrió la mitad.
¿Cuál fue el motivo de tamaño ausentismo? Los ‘infernales’, con la colaboración
algo disimulada de los Patricios, controlaron la concurrencia.
Apostados
en los arcos que daban entonces el ingreso a la Plaza dejaron pasar a los
partidarios de la caída del gobierno virreinal y con prepotencia se lo
impidieron a sus adversarios. Y para distinguir a unos y otros proveyeron de
cintitas, probablemente blancas, que se prendían en la solapa o en los sombreros.
Ese es la verdad de las supuestas escarapelas patrias. Lo que es claro es que
sin esa acción de “colador” a cargo de la chusma armada otro podría haber sido
el resultado de la votación.
Dos
días después se produciría la decisiva y polémica jornada del 24. El Cabildo
había quedado con la misión de nombrar una Junta que sustituyera al gobierno
virreinal. Entonces sucedió algo típico de todas las insurrecciones que en
nuestro planeta se dieron: llega un momento en que los sectores acomodados que
participan de la rebelión se asustan de que el entusiasmo de la plebe por la
posibilidad de un cambio social que los favorezca se lleve por delante sus
privilegios y entonces llegan a acuerdos con el poder cuestionado. Eso quedó
claro cuando el 24, con el beneplácito de ambos sectores de “decentes”,
criollos y españoles, quedó conformada una Junta presidida por Cisneros, que
así conservaba el poder, secundado por dos comerciantes españoles, Solá e
Inchaurregui, y dos criollos, Saavedra y Castelli. Las dos figuras más
importantes de la insurrección patriota.
Siempre
se nos enseñó que fue una trampa de los virreinales, sin embargo lo cierto es
que Saavedra y Castelli firmaron su aceptación y según contaría Tomás Guido en
sus ‘Memorias’ los otros ‘alumbrados’ dieron su conformidad y el día
transcurría con serenidad, como si la revuelta hubiera llegado a su fin muy
posiblemente con el acuerdo de que de allí en más los criollos tendrían acceso
a los niveles más altos del ejército, de la iglesia, de la administración hasta
entonces reservados solo para los nacidos en la península ibérica.
Pero
entonces intervino la rabiosa indignación popular, esa que no hacía mucho había
rechazado en dos oportunidades al ejército de la potencia más fuerte de
aquellos tiempos, y se puso nuevamente en acción para continuar la revolución
que sus jefes habían abandonado inconclusa.
Fue
entonces que Beruti y algunos de sus ‘chisperos’ subieron en tropel las
escaleras del Cabildo, forzaron la puerta y exigieron a los asustados
cabildantes la renuncia definitiva de Cisneros: "Señores del Cabildo: esto
ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de
nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido
para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos,
está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras
partes la voz para venir aquí . ¡Sí o no! Pronto, señores, decirlo ahora mismo,
porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con
las armas en la mano, no responderemos de nada".
Por su parte, Martín Rodríguez, en representación de los ‘Patricios’, también tomó su parte en la amenazante coacción: “Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el gobierno a Cisneros, en muy pocas horas tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin excepción reclaman la separación de Cisneros.”
La
importancia de tan decisiva participación de los sectores populares hizo
también inevitable su protagonismo en la definitiva constitución de la Junta de
Mayo ya que según Tomás Guido fue Beruti quien, dando fin a deliberaciones que
se prolongaban, tomó un papel y escribió los nombres, seguramente luego de
consultar con los jefes de las milicias. También es seguro que Belgrano y
Castelli opinaron.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario