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viernes, 29 de octubre de 2021

EL SOLDADITO DE PLOMO- HANS CHRISTIAN ANDERSEN

-¡Soldaditos de plomo! ¡El mejor regalo!

Esas fueron las primeras palabras que escucharon los 25 soldados apenas se abrió la caja de cartón donde esperaban apretados y a oscuras desde hacía dos inviernos. Uno por uno, uniforme azul y rojo, bayoneta al hombro, todos se alistaron en el flamante ejército. ¡Uy! ¡Al número 25 le faltaba una pierna!

Seguramente, el fabricante, para ahorrarse un poco de plomo, lo había dejado a medio hacer. Pero el nuevo dueño no tenía tiempo para desperdiciar en detalles: la guerra ya había comenzado. Ubicó a su soldadito cuerpo a tierra y le pidió que comandara, desde esa posición, la batalla final. El soldadito se jugó la vida, porque para eso había llegado a este mundo.

Y sí, éste había sido el mejor cumpleaños de todos. Además, esa misma noche, cuando la gente de la casa se hubo dormido, en la habitación del chico pasó lo que suele ocurrir donde hay juguetes jóvenes.

La cajita de música se abrió, los muñecos de peluche organizaron un carnaval, los autitos salieron a la carrera y el mono músico, con un golpe de platillos, dio por comenzado el baile para todos.

Para todos, menos para el soldadito que, apoyado en el marco de la ventana, se puso a recorrer el salón coN ojos melancólicos. Ya iba a cerrarlos cuando, tras unas largas pestañas, otrOS ojos le dijeron: "Hola, gusto de verte". Era una bailarina de papel con coronita de cristal que custodiaba la entrada de su castillo haciendo equilibrio sobre una sola pierna.

"Es como yo", pensó el soldadito, quien desde su posición no alcanzaba a ver la otra pierna estirada y perfecta que apuntaba al cielo. Ella le guiñó un ojo y él pensó: "Mañana mismo le propongo casamiento".

Entonces, el único duende en el mundo que no tolera el amor a primera vista le dijo así:

-Pagarás muy caro por esto. Al día siguiente, una tormenta eléctrica despertó a toda la casa. En el apuro por cerrar la ventana, el chico dejó caer a la calle al pobre soldadito.

Justo en ese momento pasaban otros chicos que se divertían pisando charcos y salpicando a la gente.

-¡Un soldado rengo! ¿Para qué puede servir?

-Si no sirve para marchar, puede servir para navegar.

Le hicieron un barquito con papel de diario, lo pusieron en la popa y lo empujaron hasta que se lo tragó la corriente. Con su bayoneta al hombro, el uniforme azul y rojo y el recuerdo de unas pestañas negras, el soldadito soportó la marea como un gran capitán.

La que no soportó nada fue su embarcación, que al llegar a una alcantarilla se convirtió otra vez en papel de diario común y corriente. El soldadito, sin pestañear, se hundió en las profundidades de las cañerías de la ciudad, que es el territorio de las ratas.

"Las ratas no comen plomo, pero cobran peaje para pasar el río", decía un cartel. El soldadito les explicó que aún no había recibido su primer sueldo, hasta que al fin una rata, que comprendía su idioma, le hizo firmar un pagaré y lo dejó pasar.

"Qué caverna oscura y con olor a pescado había sido el famoso río", pensó el soldadito que no se había dado cuenta de que un salmón se lo acababa de tragar entero. No era tonto el soldadito, pero a veces se distraía pensando en su bailarina. Por eso tampoco notó cuando el salmón donde vivía se tragaba un anzuelo.

A propósito, ¿qué había pasado, mientras tanto, en la casa del chico del cumpleaños? Había pasado un año entero y otra vez la familia se preparaba para la fiesta. La cocinera partió por la mitad el salmón recién comprado y dio un grito:

-¡Un soldadito de plomo!

Y esas fueron las primeras palabras que escuchó el soldadito apenas salió de adentro del salmón. El chico, muy contento de volver a verlo, lo secó y la puso cerca de la estufa. Qué suerte, desde allí podía ver perfectamente a l bailarina.

-¿Te quieres casar conmigo? -le preguntó.

Y justo en ese momento, alguien lo tomó de su única pierna y, diciendo “Que manía ésta de guardar juguetes rotos”, lo arrojó a las llamas. El soldado, que esperaba la respuesta más importante de su vida, al sentir tanto calor, pensó que su novia le había dado el sí. Había escuchado hablar de gente que se derretía por amor.

En ese momento una corriente de aire empujó de su castillo a la bailarina que fue a parar también a la chimenea

Cuando llegó el chico del cumpleaños ya era tarde. El soldadito y su amada ya no estaban. En su lugar había quedado un corazón de plomo con cristal brillante justo en el centro. Tal vez no era tarde, los enamorados ahora estaban juntos para siempre.

No importa si es de plomo, No importa si es de papel. Si el Amor hace la historia el que gana siempre es él.